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No despierta espontáneas protestas ni multitudinarias manifestaciones. Lastra el desarrollo económico de la ciudad, pero la reivindicación siempre se queda en una queja con la ... boca pequeña y su posterior lamento. Lo dice hasta la hija adoptiva María Dueñas, pero nada. Cartagena cumple ya su tercera Semana Santa de aislamiento ferroviario y el mismo se deja sentir con desesperanza a pie de andén. La modernista estación levantada por la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante (MZA) no es ni la sombra de lo que fue. Desde que se cerró la línea a Madrid por Chinchilla, la misma que inauguró junto al propio edificio la reina Isabel II en 1862, por sus salas de espera apenas pasan cuatro pobres diablos. Viajeros con escasas alternativas de transporte que deambulan y ponen a prueba su paciencia entre el soniquete de los obreros taladrando suelos, paredes y, de paso, los oídos de todos los presentes.
Lo que hay en la actualidad en nada tiene que ver con aquellas estampas de antaño en las que los andenes bullían de padres que esperaban a fundirse en un largo abrazo con sus hijos que regresaban a la ciudad a pasar en familia la Semana Mayor. Tampoco se parece a las imágenes de aquellos mochileros militares, reclutas y marineros de reemplazo, que, destinados en Cartagena, aguardaban billete en mano emprender su particular camino de vuelta a casa.
Símbolo de que la conexión ferroviaria de Cartagena con el resto de España se ha quedado estancada en el siglo pasado son sin duda los convoyes que por allí aterrizan. Fabricados en torno al Mundial 82, muchos de ellos lucen con sus ventanales grafiteados mientras esperan con el motor medio gripado una jubilación que nunca llega. Sin ir más lejos, una de estas vetustas máquinas, carne de desguace, protagonizó la recta final del pasado año al ser objeto de un incendio. La estación cuenta para estos casos con unos depósitos de agua, pero los mismos estaban inutilizables por las obras de rehabilitación del edificio. «Menos mal que llegaron los bomberos pronto, si no, en vez de un vagón se habría quemado el tren completo», relata a este periódico uno de los testigos de aquel suceso.
«Nosotros a estos trenes los llamábamos 'los camellos'. En Galicia ya ni existen», cuenta a este periódico Moncho Paredes minutos antes de tomar el tren de las 11.55 a Alicante, su escala previa antes de iniciar por alta velocidad su camino de regreso a Vilagarcia de Arousa, después de una visita exprés a Cartagena para visitar a su hijo. «Allí en Alvia puedes ir en menos de una hora de Pontevedra a Santiago u Ourense. No puede ser que en llegar a Alicante tarde dos horas y media. Es una barbaridad. Cartagena, como ciudad, por importancia y como está de bien ahora respecto a hace 30 años, se merece mucho más», opinaba.
En el interior de la estación, la imagen tampoco es halagüeña. La antigua expendeduría de tiquets está vallada por obras. Ni rastro hay de la cafetería y lo único que atrae algo de clientela es la modesta oficina de una empresa de alquiler de coches. La fachada, eso sí, pudo lucir reluciente de cara a la procesión extraordinaria de La Piedad, que agrupó a muchos más cartageneros que los que se aventuran a coger a diario el tren a Murcia, los cuales parten de normal medio vacíos.
La mayoría de los que se atreven a emprender la hora que, sobre raíles, separa la ciudad portuaria de la capital regional son estudiantes de la UPCT. Uno de ellos es Jaime Alcaraz. Atiende a LA VERDAD mientras afronta la aproximadamente una hora que le queda de espera después de acabar sus prácticas. «Tengo amigos que estudian en Elche y tardan en llegar en tren menos de una hora», se queja el estudiante. «En ir a Murcia, que en coche son 40 minutos, y aquí tengo que estar una hora y cinco minutos. Y a veces se queda parado a mitad de camino», señala.
Para Alcaraz son pocas las frecuencias de la línea y los jueves, asegura, puede ser un caos. «Hay mucha gente que tiene aquí alquilado un piso y ese día todos los que son de fuera aprovechan para volver a Murcia», ilustra el joven.
Fuera de la capital del Segura, pocas son los opciones para viajar desde Cartagena. Apenas dos. Una de ellas es Valencia, que pasa por Alicante y es la que más demanda tiene. Y la otra es Barcelona, con solo una salida y trasbordo casi obligado en Valencia.
A este 'menú' se suma un postre de lo más pintoresco. Y es que desde que quedó bloqueado el nudo de Alcantarilla por la construcción del AVE Murcia-Almería, la estación cartagenera también enlaza con Madrid, solo que de otra forma más creativa. Por medio de dos autobuses, uno que parte a primera hora de la mañana y otro al mediodía, con destino a la estación de Albacete-Los Llanos, donde aguardará a los pasajeros un AVE.
La necesidad de que dicho autocar haga cuantiosas paradas en el trayecto hasta la ciudad castellano-manchega hace que algunos opten por hacer tren a Murcia y coger el AVE a Madrid ya en la estación del Carmen, con el obligado paso por Orihuela, Elche, Alicante y Villena. «Yo lo cojo porque me gusta mucho viajar en tren y me compensa, pero aun así es cierto que se tarda demasiado tiempo», comenta Pilar Martínez, que regresaba a Madrid, donde trabaja, tras visitar a su madre.
La llegada de la alta velocidad a Cartagena, lejos de ir a paso legionario, se podría decir -en términos cartageneros- que avanza a paso procesionista. Del ramal llamado a conectar la ciudad y su puerto -el cuarto de España-, con el AVE y el Corredor Mediterráneo solo se sabe que la cosa está todavía en mantilla. El presidente Pedro Sánchez anunció durante el pasado Congreso Regional del PSOE la adjudicación de un segundo tramo entre Cartagena y Torre Pacheco, uno de los de trazado más sencillo al discurrir por terreno agrícola llano, pero poco se sabe de cómo será el trazado entre las sierras de Altaona y Escalona -esta última próxima a su declaración como parque natural por la Comunidad Valenciana- o la misma integración del tren en su acceso a la ciudad y su paso por los suelos contaminados del Hondón. Posibles afecciones ambientales todas ellas que no hacen temerario decir que para que el primer AVE salga de la terminal de la avenida de América habrá que esperar y mucho.
De la travesía por el desierto que le espera al tren en Cartagena se hacía también eco en estas señaladas fechas el grupo municipal de MC, cuyo portavoz, Jesús Giménez Gallo, protestaba los escasos avances en la comarca «mientras Murcia presume de nuevas inversiones». El líder cartagenerista hacía estas declaraciones después del anuncio del Gobierno regional de una nueva aportación de 1,5 millones de euros para la Plaza Central de la estación intermodal de Murcia, que cuenta con más de 5 millones de presupuesto. Algo que Gallo considera «un modelo profundamente injusto».
Esa formación recordó como, en 2001, el gobierno de Valcárcel aceptó desviar el AVE por Alicante y Giménez Gallo reprochó que, «desde aquel año, las decisiones políticas del PP en el Gobierno regional, y de PP y PSOE en el Gobierno de España, han borrado a Cartagena del mapa ferroviario».
El portavoz de MC señala la eliminación de la línea directa Cartagena-Madrid como «un nuevo agravio» a la ciudad y exige a la alcaldesa, Noelia Arroyo, más contundencia para que Cartagena «no pierda más trenes y tenga una estación intermodal digna».
Los obreros apuraban esta última semana para tapar las acometidas de agua y luz a pie de andén y rematar los interiores de las naves laterales. En una de ellas, la izquierda, estarán los aseos públicos y los depósitos de agua para emergencias. En la derecha, estarán los vestuarios para los trabajadores. Los próximos pasos pasarán por cubrir la fachada interior con un andamio para la instalación de una cubierta provisional sobre el edificio principal mientras se retira y sustituye la techumbre actual. Lo último en acometerse ya serán los detalles orientados a garantizar la conservación de las puertas y carpintería original en verde, que deben conservarse al ser un edificio protegido.
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